Inteligencia Emocional en el ámbito laboral

Tras un largo periodo de inactividad en mi blog personal, retomo el objetivo de volver a escribir motivada por el recuerdo de alguien que fue absolutamente clave en mi vida y que dejó un hueco en ella hace hoy justo un año, un hueco que cada día se llena más y más del sentido que me dieron nuestras vivencias y de su amor por mí y por los demás. Me enseñó que la fuerza interior es más fuerte que el miedo y que si alguien no se atreve, es porque «todavía» no ha encontrado y desarrollado los recursos que tiene en su interior.

Uno de esos recursos es nuestra Inteligencia Emocional. Ya sabemos que la inteligencia emocional conforma dos de las ocho inteligencias múltiples que describió Gardner, concretamente las Inteligencias Intrapersonal e Interpersonal. No me voy a extender en dar una explicación teórica de ambas pues no creo poder aportar mucho más en su definición que los expertos en la materia, pero sí creo que puede ser de utilidad “cómo aplicar la inteligencia emocional en la empresa”.

Partiendo de la base de que el objetivo de toda empresa es rentabilizar una inversión para poder llevar a cabo su misión con los recursos de los que dispone y, en la medida de lo posible, generar beneficios presentes y futuros, y partiendo también de la base de que todas las personas tenemos la necesidad de ser felices en esta vida, ¿dónde queda la inteligencia emocional en la empresa? En mi opinión, en todos lados.

Teniendo en cuenta que tenemos que conseguir unos resultados empresariales (lo que implica unas obligaciones y unas responsabilidades), que necesitamos ser felices y que pasamos una media de nueve horas al día en nuestros trabajos, cuanto antes conciliemos resultados y felicidad, mejor para nuestras vidas. Ya sabemos que los momentos felices se evaporan, si no los disfrutamos en el momento se pierden, no se pueden posponer ni se pueden guardar. Son efímeros y como tales, hay que degustarlos en el momento en que aparecen. Aquí es donde entra en juego la Inteligencia Emocional en el trabajo.

Hay muchas definiciones de «Inteligencia». De forma genérica, la inteligencia es la capacidad para resolver problemas, generar valor y adaptarse fácilmente al entorno. Si añadimos el predicado «Emocional», La «Inteligencia Emocional» es esta misma capacidad de resolver problemas y generar valor cuando el entorno eres tú mismo y los demás. En el momento en que estás sol@ o con otras personas, en el momento en que hay pensamiento, tenemos una oportunidad de desarrollar nuestra inteligencia emocional y proporcionar valor en la relación que establecemos con nosotros mismos y con otras personas, generando una influencia y un impacto que determinará esa relación que, por cierto, es cambiante.

Puesto que los seres humanos tenemos emociones continuamente, no podemos obviar esa parte esencial de las personas en la empresa. Podemos gestionar nuestras emociones, ponerlas en valor y en favor nuestro y de los demás, y en favor de la organización en la que trabajamos. Si nos ponemos el doble objetivo de contribuir a que se cumplan los resultados de la empresa y de ser felices a la vez, probablemente descubramos otras formas de estar y de cumplir con los objetivos en nuestro entorno laboral.

Los comportamientos son el resultado de secuencias de conducta que dan lugar a resultados. El resultado es consecuencia de las conductas que adoptamos frente a un objetivo, por lo tanto, primero debemos marcar nuestro objetivo. La mayoría de las veces vamos en modo automático y adoptamos comportamientos sin tomar consciencia de ellos, lo cual nos proporciona unos resultados muy alejados de nuestros objetivos, o también puede que nuestras conductas estén bien alineadas con los objetivos pero no sean los objetivos que marca la compañía sino otros marcados por nosotros mismos que pueden ir en contra, o no, de los intereses generales. Si nuestras conductas se alejan del mapa marcado para llegar al objetivo, no lo conseguiremos. Es así de simple.

Si tenemos en cuenta que los comportamientos vienen determinados por lo que pensamos, fruto de nuestras experiencias y nuestro entorno, y estos nos llevan a sentir emociones, podemos saber de forma «inteligente» qué es lo que pensamos y cómo eso nos afecta emocionalmente. Nuestras emociones determinarán nuestras decisiones e impactarán en los demás generando un conjunto de comportamientos que darán unos resultados concretos.

Cuando nos damos cuenta de ello, se abre un mundo de posibilidades de accionar nuevas conductas. Si estamos dispuest@s a ello, entonces podemos ser curios@s y preguntarnos: ¿por qué siento de esta manera?, ¿qué es lo que estoy pensando?, ¿este pensamiento me acerca o me aleja de mis objetivos?, si sigo pensando de esta manera, ¿cuál será el resultado?, ¿qué me impide pensar de otra manera?, ¿qué puedo pensar para llegar al resultado?, ¿este pensamiento está alineado con quién soy o con mi responsabilidad en esta empresa?, ¿estoy en la verdad absoluta y el otro está completamente equivocado?, ¿Por qué creo que yo tengo razón?, ¿qué me pasa cuando me quitan la razón?, ¿qué me pasa cuando me hablan mal?, ¿qué me pasa cuando no me ven?, ¿qué me pasa cuando no me tienen en cuenta en el equipo?, ¿qué me pasa cuando mi jefe me habla mal o habla mal de mí?, ¿qué me pasa cuando yo hablo mal a mi jefe o hablo mal de él o ella?, ¿qué me pasa cuando mi colaborador no hace exactamente lo que le digo que haga? “Qué me pasa a mí” significa cómo me relaciono y cómo respondo a aquello que está sucediendo interna y externamente. Es una responsabilidad enteramente personal, no se le puede echar la culpa al otro.

Las seis emociones básicas del ser humano son el Miedo, la Tristeza, la Alegría, el Asco, la Sorpresa y la Ira. Partiendo de la base de que todas las emociones son positivas desde la perspectiva de que nos están queriendo decir algo, podemos diferenciar las emociones en conflictivas y no conflictivas. Las emociones conflictivas son el miedo, la tristeza, el asco y la ira. La manera más sencilla de identificarlas es dándonos cuenta de que no queremos sentirlas. Cuando rechazamos estas emociones, en realidad lo que se produce es que generamos más miedo, tristeza, asco e ira, aumentando nuestra sensación de confusión y caos. La clave en este momento es reconocer la emoción de forma consciente y descubrirla más a fondo. Descubrir nuestros patrones de comportamiento nos permitirá descubrir dónde estamos atrapados internamente, es decir, qué nos permite avanzar y qué no, a nivel individual y como equipo.

Volviendo al planteamiento inicial de cómo cumplir los objetivos empresariales y ser felices a la vez en el entorno laboral, a veces no encontramos la manera. A veces incluso no sabemos qué tecla hay que tocar para ser felices en nuestro entorno laboral y estamos deseando que llegue el fin de semana. La pista que propongo seguir es: si observamos con atención los comportamientos que tenemos con los demás y los comportamientos que tienen los demás con nosotros en nuestro entorno laboral, podremos darnos cuenta de que existen comportamientos que nos producen alegría. Hacia eso hay que ir. Además, cuando sentimos alegría no hay miedo, asco, ira o tristeza. Si observamos con atención los comportamientos de todos en nuestro entorno laboral, podemos darnos cuenta de qué comportamientos producen qué emociones.

La alegría se manifiesta cuando ayudamos o nos ayudan en una actividad que no se nos da demasiado bien, cuando nuestro jefe nos felicita o felicitamos a un colaborador, cuando nos escuchan o escuchamos a un compañero, cuando ponen o ponemos en valor el talento de otra persona, cuando resolvemos el problema de un cliente. Sentimos alegría porque estamos practicando comportamientos de apreciación y refuerzo positivo a la vez que «soltamos» comportamientos de apreciación negativa que nos llevan a sentir emociones conflictivas. El aprecio es una de las dos variables de la felicidad (la otra es el agradecimiento) y sabemos que los empleados felices en su trabajo, ponen de manifiesto su talento.

El entrenamiento de la inteligencia emocional nos sirve para ser más hábiles en la gestión de las emociones y nos ayuda a ser más creativos, a abrir nuevas vías de acción, a ser más felices en el trabajo y a conseguir los objetivos. En el trabajo como en la vida, todo es aprovechable para desarrollar nuestra inteligencia emocional con el fin de conseguir nuestros objetivos y necesidades personales, profesionales, individuales y colectivas.

La gestión y desarrollo de la inteligencia emocional no es tarea fácil, requiere de mucho entrenamiento, pero los beneficios para las personas y para las organizaciones son extraordinarios . Ya lo dijo Aristóteles:

«Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado correcto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta tan sencillo»

(Ética a Nicómano)

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